Conversaciones de Quito. Reflexiones en voz alta

 Opinión: Alejo Vargas Velásquez 

Es necesario hacer un ejercicio reflexivo, sin apología ni estigmatización, acera de los diálogos entre Gobierno y ELN, para ver si contribuye como insumo para las Delegaciones.

Un punto de partida complejo es que el ELN no ha tomado una decisión clara de dejar atrás el uso de la violencia y ello ya marca el desarrollo de las conversaciones. Por eso hablan de conversaciones ‘exploratorias’ lo cual no deja de establecer un manto de incertidumbre.

El que se haya concluido un acuerdo de terminación del conflicto armado con las FARC, inevitablemente establece un referente ineludible a tener en consideración por esta Mesa de Conversaciones. Igualmente lo son las dificultades que está viviendo el proceso de implementación de los Acuerdos y cómo todo indica que los mismos sólo comprometen plenamente al Ejecutivo; a los otros poderes públicos sólo de manera ‘indicativa’ y esto no es de menor importancia para las conversaciones de Quito.

No parece haberse logrado consolidar un equipo gubernamental con una mirada homogénea y compartida del proceso –igualmente existen dudas si hay una clara estrategia y ‘hoja de ruta’ para el desarrollo del mismo-, lo que incide en que hayan demasiados canales paralelos de comunicación; pareciera que cada miembro de la delegación del Gobierno quisiera tener sus propios ‘informantes privilegiados’ y cada uno derivar de esas informaciones una estrategia propia. El resultado que se transmite, más allá de si es cierto o no, es un equipo negociador tratando de buscar caminos, en un entorno en que nada parece estar claro. A esto se suma la inevitable interferencia que significa la presencia de otros actores ‘outsider’, que más allá de sus buenas intenciones, generan ruidos que parecen no ayudar mucho.

Pese a lo anterior, hay avances importantes, como lo han sido: 1) la realización de las Audiencias en Colombia y con la presencia permanente de miembros de las Delegaciones, para escuchar propuestas de sectores de la sociedad acerca de cómo sería el diseño de la participación ciudadana –sería lamentable que una vez surtido lo anterior, no hubiera ya un principio de acuerdo acerca de cómo va a ser el esquema de participación de la sociedad-; 2) el cese de fuego bilateral y nacional que ha contribuido, a pesar de los incumplimientos que se han producido, a crear un clima adecuado para el desarrollo del proceso de consulta y que es definitivo que se prorrogue para adelantar el proceso de participación ciudadana, tan caro a este proceso y para que la implementación del acuerdo con las FARC también avance, así como la campaña electoral de 2018, que va a definir mucho del rumbo de las fuerzas políticas en el futuro inmediato.

Sin duda, el retiro del jefe del equipo negociador del Gobierno, lamentable, más de allá de las causas del mismo, genera en la opinión la sensación que el proceso está en crisis o por lo menos que algo anda mal y claro se compara inevitablemente con el comportamiento del jefe del equipo negociador en La Habana, que condujo el barco hasta el final.

El Presidente, que es quién dirige y orienta la estrategia, debería rápidamente nombre un nuevo jefe del equipo negociador y re-estructurar el mismo, quizá aprendiendo de la experiencia de La Habana, donde hubo una especie de división del trabajo entre un responsable político y un conductor de la estrategia que actuaron de manera coordinada y exitosa.